Es mi espacio sideral
la callejuela:
sus botella rotas
y sus voces sin sombra.
Estoy sujeto a la noche
desde su última costura.
La nada irremediable.
O despiertas o matas
pero no olvides.
El cielo se guardó su risa.
El huracán espera agazapado.
La hojarasca no me pertenece.
El mar sigue sus propios pasos.
Me repliego en la noche
para no dejarla a oscuras.
Al ciego de la guitarra sin cables al stone gris vestido de negro se le fue cayendo el pelo y la memoria y en su desdentada mueca se le carió hasta el blues maravilloso inacabado, miserable.
Hasta su gritillo adolescente metálico y decrépito.
Querido blusero sin nombre te has enterrado sólo, y no pude estar allí para acunarte un riff de mis labios Se hundieron tus restos, al fin en aquella letanía caribeña, inevitable.